Fue en 1969 cuando
Juan Moricz, un flemático húngaro nacionalizado argentino, espeleólogo
aficionado y experto en leyendas ancestrales, encaró este apasionante
misterio del oriente selvático del Ecuador.
Aunque Moricz no era el primero en tropezarse con el intrincado de
túneles y galerías subterráneas que dan cobijo a los Tayos (aves
nocturnas - imagen inferior - cuyos polluelos son muy codiciados por los
indios shuaras), es innegable su valentía y arrojo al haber sido, sin
duda, el primero en dar a conocer a nivel mundial la existencia de este
sistema intraterrestre.
La cruz del Diablo
Leyendo tan sólo la
acta notarial de su hallazgo, con fecha 21 de julio de 1969, en la
ciudad costeña de Guayaquil, a cualquiera se le encrespan los cabellos
frente a estas detonantes afirmaciones:
"...he descubierto valiosos objetos de gran valor cultural e
histórico para la humanidad. Los objetos consisten especialmente en
láminas metálicas que contienen probablemente el resumen de la historia
de una civilización extinguida, de la cual no tenemos hasta la fecha el
menor indicio..."
Frente a esto, es inevitable pensar en la posible relación entre las
planchas que menciona Moricz - halladas en una cámara secreta de la
Cueva de los Tayos - con las planchas metálicas de complejos ideogramas
que han sido visualizadas en nuestra experiencia de contacto, aquella
biblioteca cósmica que los Guías extraterrestres denominaron "El Libro
de los de las Vestiduras Blancas".
Veamos a continuación los intrincados de este misterio - que palpita
aun en la selva ecuatoriana - y cómo llegó Moricz a descubrir los
túneles de esa esquiva humanidad subterránea.
UBICACIÓN Y DESCRIPCIÓN DE LA CUEVA DE LOS TAYOS
A una altitud
aproximada de 800 metros, en una zona montañosa irregular, en las faldas
septentrionales de la Cordillera del Cóndor, se sitúa la entrada
"principal", o más bien, la entrada "conocida" al mundo subterráneo de
la Cueva de los Tayos. El acceso consiste en un túnel vertical, una
suerte de chimenea con unos 2 metros de diámetro de boca y 63 de
profundidad.
El descenso - no apto para cardíacos - se realiza con un cabo y
polea. De allí, un verdadero laberinto se abre al explorador por
kilómetros de misterio, que deben ser recorridos en la más absoluta
oscuridad. Las linternas más potentes son nada ante semejantes galerías
donde una catedral entera podría caber.
La Cueva es denominada habitualmente "de los Tayos" debido a que su
sistema de cavernas es el hábitat de unas aves nocturnas llamadas Tayos
(Steatornis Caripensis), que constituyen la misma especie que se ha
hallado en otras cavernas de Sudamérica, como por ejemplo, los
"guacharos" en Caripe, Venezuela. El estudio inicial de esta conexión
intraterrestre entre especies de aves nocturnas lo abordó detalladamente
el sabio alemán Alejandro de Humboldt, en su obra: "Viaje a las
Regiones Equinocciales del Nuevo Continente" (1800).
Es sumamente sospechoso que una misma especie de aves ciegas esté
diseminada en diversas cavernas de Sudamérica. ¿Será que todos aquellos
laberintos intraterrestres no son cavernas aisladas y guardan una
conexión?
En las inmediaciones de la Cueva de los Tayos del Ecuador viven los
Shuaras, quienes en el pasado fueron conocidos con el nombre "Jíbaro" -
denominación despectiva para ellos -, famosos - también en el pasado -
por su bravura y el arte de reducir cabezas. Ellos son los primeros
exploradores del sistema subterráneo, ya que cada mes de abril bajaban a
la cueva para hurtar los polluelos de los Tayos - que son más grandes
que una paloma.
Y en medio de esta faena se toparon con una serie de sorpresas. La
más resaltante, fue sin duda, el hallazgo de gigantescas huellas sobre
bloques de piedra que, por sus ángulos rectos y simetría, sugieren un
origen artificial. Moricz recogió estos relatos en su visita al oriente
Ecuatoriano, pudiendo comunicarse sin mayor dificultad con los nativos
gracias a su dominio del Magiar, un antiquísimo lenguaje húngaro similar
al dialecto Shuar. Obviamente, Moricz sabía muy bien a qué blanco
apuntar.
Desde 1950 seguía pacientemente la "pista" que lo podría llevar al
reino subterráneo. Algunas fuentes, incluso, lo vinculan con una extraña
orden esotérica húngaro-germana, hecho que podría explicar el profundo
conocimiento esotérico que esgrimía en sus controvertidas entrevistas a
los medios de prensa. Sea como fuere, Moricz estuvo en Perú, Bolivia y
Argentina buscando estas entradas antes de llegar al Ecuador. En más de
una entrevista subrayó lugares como Cusco, el Lago Titicaca y Tierra del
Fuego, como los posibles lugares desde donde "se puede descender al
reino subterráneo".
Según él, la Cueva de los Tayos es sólo una de las tantas entradas a
este mundo perdido, y lo más apabullante: que aun así, estaríamos
hablando de un simple "arañazo" al mundo real de estos seres
intraterrestres, que yacen a profundidades difíciles de alcanzar por el
ser humano.
LAS PLANCHAS METÁLICAS DEL PADRE CRESPI
Pero la cosa no queda allí.
Quizá una de las aseveraciones más inquietantes es la existencia de
la presunta biblioteca metálica. De existir, y siempre bajo el
testimonio de Moricz, allí encontraríamos registrada la historia de la
humanidad en los últimos 250.000 años, una cifra que moviliza a
cualquiera.
Un punto a tener en cuenta en relación a estas planchas, nos lleva
en línea recta a los extraños objetos que en su momento custodió el
padre salesiano Carlo Crespi, en el patio de la Iglesia María
Auxiliadora de Cuenca. Los objetos habían sido encontrados por nativos
quienes, en acto de amabilidad y gratitud, se los cedieron al padre
Crespi para su custodia.
Muchos de estos objetos - por no decir todos - posteriormente fueron
robados. Si el padre Crespi aun estuviese con vida, quizá podríamos
rastrear el origen exacto de tan enigmáticas piezas que parecían ser muy
antiguas, mostrando indiscutibles ideogramas en relieve, una suerte de
"código de información" o "escritura".
En 1976, en la primera página de la revista norteamericana Ancient
Skies, apareció un revelador artículo del filólogo hindú Dileep Kumar,
quien analizando los símbolos que se muestran en una de las piezas del
padre Crespi - una lámina aparentemente de oro, de unos 52 cms. de alto,
14 cms. de ancho y 4 cms. de grosor - concluyó que los ideogramas
pertenecían a la clase de escritura Brahmi, utilizada en el período
Asokan de la historia de la India, hace unos 2.300 años...
Cuatro años más tarde, el doctor Barry Fell - Profesor de Biología
de la Universidad de Harvard - identificaba 12 signos de la lámina en
cuestión con los propios signos empleados en el Zodíaco.
Y bien, teniendo en cuenta que estos objetos se hallaron en el
Ecuador, no era descabellado darle al menos el beneficio de la duda a la
biblioteca metálica descubierta por Moricz en la Cueva de los Tayos.
Todo esto no tardaría en atraer la atención de los cazadores de lo misterioso.
ERICK VON DÄNIKEN Y NEIL ARMSTRONG
Y la cosa se puso color de hormiga.
Primero apareció en escena el famoso escritor suizo Erick Von
Däniken, quien supo cautivar a Moricz para que le diese material
fotográfico y la versión oculta de su hallazgo, hecho que fue
espectacularmente explotado en el libro "El Oro de los Dioses" (1974),
donde Däniken no sólo se limitó a fantasear con la versión original de
la historia, sino, por si fuera poco, sostenía haber ingresado él mismo a
la Cueva de los Tayos "en sus sueños" y haber visto con sus propios
ojos la biblioteca metálica.
El libro fue un bestseller mundial, vendiendo 5 millones de copias y traducido a 25 idiomas.
NI UN PESO PARA MORICZ
El libro, cautivó de manera particular al lector europeo.
"Däniken incluyó fotografías del Archivo Moricz-Peña Matheus que
mostraban el interior de las cuevas, e imágenes de la planchas metálicas
del Padre Crespi",
...y fue así como el ingeniero escocés Stanley Hall contacta con
Moricz para proponerle una expedición internacional a la Cueva de los
Tayos.
Moricz aceptó siempre y cuando él fuese el jefe de la expedición y
que ningún objeto hallado en el mundo subterráneo podría ser retirado.
Como era de esperarse, Hall no aceptó la propuesta. Inmediatamente
desechó la presencia de Moricz en la expedición y se comunicó con el
Gobierno de Inglaterra.
Resultado: En julio de 1976 se llevaría a cabo una expedición
Ecuatoriano-Británica, con un intimidante personal militar y científico
y, para añadir la cereza a la torta, la presencia del astronauta
norteamericano Neil Armstrong.
Desde luego, esta no sería la primera incursión del astronauta en un
lugar donde "las papas queman". Recordemos tan sólo sus frecuentes
visitas a Paysandú, Uruguay, debido a la intensa actividad Ovni en la
estancia de la Aurora -popularizada por el escritor brasilero
Trigueirinho.
El mismísimo dueño de la estancia donde ocurrieron los hechos, Angel
Tonna - con quien tuve la oportunidad de compartir en su casa de
Paysandú en 1999 - aun recuerda las visitas de Armstrong quien, además,
le confió en su propia estancia de Uruguay que la misión Apolo XI de
1969, enfrentó un encuentro cercano del Tercer tipo en la Luna.
¿UN PLAN SECRETO?
Las investigaciones
Ecuatoriano-Británicas se desarrollaron por 35 días, instalando un
generador de electricidad en el campamento base, a escasos metros de la
boca misma de la Cueva, descendiendo a diario a las profundidades para
desarrollar sus "investigaciones geológicas y biológicas". Según el
informe final, la comisión de estudiosos concluyó que la Cueva de los
Tayos no tenía origen artificial, y que no existían indicios de trabajo
humano.
Todo lo había hecho la naturaleza...
Una conclusión desconcertante teniendo en cuenta los claros dinteles
y bloques de piedra que se pueden encontrar en el sistema intraterreno,
muy similares a los que halló, paradójicamente, el equipo de
arqueólogos de la expedición a mitad de camino entre el campamento base y
la unión del río Coangos con el Santiago. Hallaron un muro megalítico
de aproximadamente 4,50 metros de largo por 2,5 metros de alto.
El espeleólogo argentino Julio Goyen Aguado -presente en las
primeras expediciones a la Cueva de los Tayos, incluyendo la incursión
ecuatoriano-británica- sostenía que la expedición de 1976 fue financiada
por la Iglesia Mormona, ya que las planchas metálicas que aludía Moricz
recordaban las propias planchas de oro que recibiera el profeta Joseph
Smith de manos del ángel Moroni.
Teniendo en cuenta diversas leyendas mormonas apuntan a que los
citados registros estarían ocultos actualmente en algún lugar de la
cordillera de los Andes, es curioso notar que la zona donde se ubica la
Cueva de los Tayos se denomina "Morona", similar al nombre del "enviado"
que contactara a Smith. Sea como sea, Aguayo - ya fallecido -
sospechaba que Stanley Hall pertenecía a los Servicios Secretos del
Reino Unido, además de formar parte de la masonería inglesa, sumamente
interesada en encontrar la biblioteca metálica.
Neil Armstrong, y recordemos bien esto, también era masón.
No obstante a todo ello, aunque el tema de la biblioteca metálica ha
atraído a muchos buscadores, en verdad este tesoro oculto despistó a
quienes se embarcaban en su busca del verdadero secreto del mundo
subterráneo: aquellos seres que grabaron las planchas.
A fin de cuentas, el informe de la Expedición echó por tierra el
verdadero secreto que yace en la Cueva de los Tayos, mientras a mitad de
todo el jaleo, se llevaban cuatro cajas selladas de madera que no
permitieron abrir a los shuaras, quienes se sintieron engañados y
estafados. Hoy en día recuerdan claramente aquel triste episodio. Los
nativos piensan que se llevaron "algo" de las cuevas...
Cuando Neil Amstrong salió de la Cueva de los Tayos - donde
permaneció tres días - declaró a los medios de prensa que su visita al
mundo subterráneo había superado su vivencia en la Luna (!).
DOCUMENTAL
link: http://www.youtube.com/watch?v=qRPcJCGN5ac
link: http://www.youtube.com/watch?v=VofbUIFIzL4
link: http://www.youtube.com/watch?v=9z4lfdsrux8
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