Olvidándonos de que el planeta está relleno de magma y todas las
dificultades técnicas que esto supondría para construir un túnel,
vamos a analizar el problema. También supondremos que sacamos todo el
aire del interior del túnel.Como la Tierra está dando vueltas alrededor
de su propio eje constantemente, lo que pasará al saltar por un túnel que atraviese el planeta dependerá de la orientación del propio agujero. Puedes agujerear el planeta entre dos puntos del ecuador o de norte a sur.
Empecemos por el caso 1.
Al estar excavado de polo a polo, en este túnel la rotación de la
Tierra no nos va a molestar. Luego verás cómo cambia la historia para el
segundo túnel, cuando entre en acción en efecto Coriolis.Venga,
tirémonos por el agujero del polo norte (bueno, en realidad se tirará Ronnie Coleman en nuestros dibujos, que hace mucho tiempo que no le menciono).En
la entrada al túnel, como cualquier otro punto de la
superficie, tenemos toda la masa del planeta bajo nuestros pies tirando
de nosotros hacia abajo y acelerando nuestro cuerpo a un ritmo de 9,81
metros por segundo cada segundo.
Una vez que hemos entrado en el agujero, dejamos de tener toda la masa del planeta bajo nuestros pies y pasa a encontrarse a nuestro alrededor.
Como una parte del planeta tira de nosotros hacia arriba, empezamos a
acelerar más lentamente. Ojo, esto no significa que nuestra caída se
esté frenando, porque la mayor parte de la masa del planeta sigue
estando bajo nuestros pies, sino que se acelera a un ritmo menor.
Nuestra caída se acelerará hasta que lleguemos a la altura del centro (que no el núcleo) de la Tierra, unos 20 minutos después de meternos por la entrada del túnel. Aquí nos encontramos en un punto de inflexión, ya que la
misma cantidad de masa nos rodea en ambas direcciones y todo tira de
nosotros con la misma fuerza, así que en a esta altura dejamos de
acelerar. Esto tampoco significa que nos detengamos por falta de aceleración, sino que simplemente hemos alcanzado la velocidad máxima de nuestro extraño viaje, que es de 7900 metros por segundo.
Cuando pasamos de largo el núcleo del planeta, empezamos a tener más masa por encima de nuestras cabezas que bajo nuestros pies.
Por primera vez durante nuestra caída, la fuerza gravitatoria que tira
de nosotros hacia arriba es mayor que la que tira desde abajo y nuestra caída empieza a desacelerar.
A medida que nos acercamos a la salida del túnel, toda la masa del
planeta va tirando en dirección contraria a nuestro movimiento con una
fuerza cada vez mayor hasta que, cuando llegamos por fin al final del túnel en el polo sur, detiene nuestro movimiento por completo.
Llegados a este punto, tenemos dos opciones: agarrarnos
desesperadamente a algo para poder salir del agujero o quedarnos quietos
y dejarnos caer de nuevo hacia el interior de la Tierra para repetir el
proceso. Depende de lo bien que te lo hayas pasado, podrías dejarte caer cuantas veces quieras y repetir el proceso infinitamente.
Esta es la manera de cruzar un túnel a través del planeta de manera bonita e incluso disfrutarlo. Vamos con el segundo caso que había planteado, en el que hacemos un agujero entre dos puntos del ecuador.
Si saltas a través de este túnel vas a enfrentarte a la influencia de tu amigo el efecto Coriolis), pero la amistad probablemente durará poco. Me explico.
El planeta rota sobre sí mismo una vez al día, eso lo tenemos todos
claro. El perímetro de la Tierra en el ecuador es de 40.000 kilómetros,
así que un punto cualquiera en la superficie ecuatorial recorre
40.000 km en 24 horas, lo que significa que da vueltas respecto al eje
de rotación a unos 1.667 km/h.
Pero, claro, mientras hacemos el agujero en el suelo nos
acercamos al centro del planeta y, por tanto, la circunferencia que
describimos alrededor del eje de rotación es menor. En 24 horas recorreremos una distancia más pequeña, lo que significa que estaremos moviéndonos más despacio que la superficie. Por poner un ejemplo, a 4.000 kilómetros del centro:
Cuanto más cerca del centro del planeta está un punto, más lenta
es su rotación alrededor del eje de la Tierra hasta que, en el centro
puro y duro del planeta, la velocidad es nula. Es decir, que nuestro
túnel rotará a distinta velocidad según la altura a la que se encuentra
la sección en la que nos fijemos, siendo máxima en las aperturas del
túnel y nula en su punto medio medio.
Hay que tener en cuenta que no sólo la superficie ecuatorial se está
moviendo a 1.667 km/h, sino que todo lo que está sobre ella también lo
hace. Por eso nosotros no lo notamos, porque todo a nuestro alrededor va
a la misma velocidad.
Pero, claro, una vez saltas al interior del túnel y a medida que
te adentras en sus profundidades, las paredes que te rodean se estarán
moviendo más despacio que tú. Lo expongo de otra manera.
Cuando un cuerpo se separa de otro que está en movimiento, el
primero conserva su velocidad en la dirección que estaba viajando. Por
ejemplo, si salto desde un avión en paracaídas, a mí me va a parecer
que estoy cayendo en picado pero, en realidad, sigo también la
dirección que seguía el avión mientras caigo.
O sea que, si nos dejamos caer en el túnel que atraviesa el planeta entre dos puntos del ecuador, no
sólo nos estaremos moviendo en vertical a través del túnel, sino que
llevaremos de souvenir esa velocidad horizontal de 1.667 km/h respecto
al eje de rotación de la Tierra.
La consecuencia es, como ya he comentado, que estaremos moviéndonos horizontalmente más rápido que las paredes que tenemos alrededor. Dependiendo de cómo de ancho sea el túnel tardaremos más o menos en estrellarnos contra la pared más cercana.
No hace falta caer grandes profundidades para estrellarnos contra
una pared. Por ejemplo, la superficie del planeta está a 6.137 km del
eje de rotación y se mueve a 1.667 km/h. A 10 kilómetros de profundidad
o, lo que es lo mismo, 6.127 kilómetros del centro del planeta, la
velocidad de rotación es de 1.604 km/h. O sea, que a 10 km bajo la
superficie, nos movemos 64 km/h más despacio horizontalemente que en la
superficie. Teniendo esto en cuenta, atravesaríamos rápidamente los
pocos metros de ancho que tendría el agujero mucho antes de alcanzar una
profundidad de 10 kilómetros.
De hecho, lo creas o no (podés creerlo, aquí está la fuente) este efecto fue comprobado por unos mineros en las minas de cobre del Lago Superior, tirando bolas de acero en un pozo de “sólo” 1.6 kilómetros de profundidad. Las bolas nunca llegaban al fondo y las encontraban estrelladas contra las paredes del pozo mucho antes.
Pero bueno, las paredes de un pozo minero no son especialmente lisas
y las bolas de acero son muy duras, así que es normal que quedaran
incrustadas en la roca de las paredes.
Nosotros supondremos que las paredes del túnel son lisas y no tienen
irregularidades grandes en las que quedarnos enganchados (cosas más
descabelladas hemos supuesto hasta ahora).
Después de saltar al interior de nuestro agujero, cuando
golpeemos la pared por primera vez nuestra velocidad se reducirá y se
igualará con la que lleva el túnel a esa profundidad. Ahora un poco más
lentos, seguiremos cayendo hacia las partes del túnel que se muevan aún
más despacio, donde volveremos a estrellarnos.
En realidad, una vez nos damos contra la pared seguiremos cayendo
prácticamente rozándola a menos que peguemos un empujón para separarnos
de ella o algo por el estilo (no sé cómo de difícil es eso mientras
estás en caída libre). Nuestra accidentada trayectoria a lo largo del
túnel, entonces, quedará más o menos así:
Pero aquí hay una diferencia adicional respecto al caso anterior.
Pese a que la gravedad actúa sobre nosotros de la misma manera, el hecho
de que perdamos velocidad cada vez que chocamos contra la pared provoca
que cuando lleguemos al centro nos estemos prácticamente parados. Una vez allí, como toda la masa de la Tierra tira de nosotros en la misma medida en todas direcciones, nos quedemos atrapados.
O sea que se nos presentan dos escenarios para atravesar el interior
del planeta de punta a punta. En uno de ellos recorremos los 12.756
kilómetros de nuestro planeta en 42 minutos, acelerando hasta llegar al
centro y luego siendo frenados suavamente hasta emerger en la otra punta
del planeta donde, si nos apetece, podemos dejarnos llevar para repetir
el proceso las veces que queramos o agarrarnos a alguna barra de
seguridad previamente instalada para salir y disfrutar de unas
vacaciones en las antípodas. La otra opción es una caída de 6.371
kilómetros sin dejar de estrellarnos contra las paredes en ningún
momento hasta detenernos en el centro del planeta, de donde no
podríamos escapar por nuestra cuenta.
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